En el año 708 ocurrió algo extraordinario. Según la leyenda, el Arcángel San Miguel se le apareció 3 veces al Obispo de Avranches, al cual encomendó la creación de un oratorio para venerar su nombre. Dicho y hecho, o mejor dicho, aparecido y construido. Curioso el poder de la iglesia en aquel entonces.
Este fue el inicio de lo que es hoy en día un lugar único, casi… mágico. Una ciudadela que parece emerger de la nada, en una tierra que a veces es tierra pero que otras veces es mar. Con todos ustedes… Le Mont Saint-Michel.
Al contemplarla a primera vista, desde la distancia, no es difícil sentir retroceder en el tiempo e imaginarte como podría ser la vida de esa ciudadela en otra época ahora lejana, a la vez que te preguntas cómo el ser humano ha sido capaz de crear un lugar tan bonito.
Si, este es uno de esos pocos lugares…
Todo un ejemplo de fortificación medieval
Esta sensación se complementa con el precioso ambiente rural de las pequeñas poblaciones cercanas, alguna de las cuales no tienen más de dos calles. Y es que no hay ningún edificio en los alrededores, ni siquiera hoteles.
La gran mayoría de alojamientos son pequeñas casas (B&B) regentadas por gente local, las cuales son bastante económicas. (Dormir aquí nos costó 40 euros por noche para dos personas, incluyendo desayuno).
Sin embargo esa sensación mágica empieza a desaparecer cuando llegas al enorme parking, y ves las distintas opciones que tienes para ir desde ahí al monte: a pie (unos 40 minutos caminando), en buses lanzaderas que pasan cada 10 minutos, o incluso en una especie de carruaje llevado por caballos (de pago), especialmente pensado para los turistas más turistas.
Desafortunadamente, todo el misticismo del lugar desaparece casi por completo al cruzar las murallas y ver que hay dentro: tiendas de suvenires, restaurantes de dudosa calidad a precios desorbitados, hostales a precios más desorbitados todavía y grupos y más grupos siguiendo como hormigas al guía de turno, el cual lleva un identificativo para que no se pierdan como ovejas descarriadas.
Casi todos los edificios de la calle principal se ha reacondicionado para servir a las necesidades de los visitantes, y es que el Monte Saint Michel fue reconocido como patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1979, con todo lo que eso conlleva.
Es tanta la afluencia de asiáticos, más concretamente de japoneses, que hasta tienen suvenires personalizados con su estilo artístico.
Por suerte, pasada esta calle hay varias escaleras que llevan a rincones menos transitados, desde donde se puede contemplar, ahora sí, la imponente abadía. Es posible visitar el interior, pero sorprendentemente solo lo hace el tercio de los 3,2 millones de visitantes que reciben cada año.
En mi opinión los 9 euros de la entrada son merecidos, sobre todo por las vistas desde la terraza superior y por poder acceder al que fuera el claustro y comedor de los monjes.
Estos campos ya pertenecen a la vecina región de Bretaña
Las columnas del comedor juegan un papel importante, por que no lo parece pero…
Ocultan magistralmente los ventanales que iluminan la sala
Sin embargo, la visita del resto de salas te puede dar la sensación de estar recorriendo un lugar vacío en las que lo único que tienes que hacer es buscar la siguiente flecha que indica el sentido de la visita.
En este sentido, me decepcionó especialmente el lúgubre y simple interior de la iglesia
Por ello, y a pesar de que no soy muy fan de las audio guías, puede ser recomendable alquilarla para entender un poco más del lugar.
Este es el sistema que tenían para subir alimentos y demás suministros a la abadia
Terminada la visita, si dispones de tiempo libre y las condiciones climáticas (y de la marea) lo permiten, hay varias cosas que puedes hacer para tener una experiencia un poco más autentica.
- Recorrer las calles más alejadas y tranquilas de la ciudadela. Hay un pequeño parque, una curiosa iglesia (más bonita que la de la abadía) e incluso un cementerio
- Con la marea baja, adentrarse un poco en el fango para tener una perspectiva del monte más particular. Puede haber arenas movedizas por lo que no conviene ir muy lejos sin un guía.
- Ir a alguna tienda de las afueras para probar algún producto local. En esta zona se producen varias bebidas alcohólicas a partir de la manzana, como el Calvados (es un licor muy fuerte) o la sidra. Como es de esperar, todos los productos locales están “personalizados” con la imagen del famoso monte. Nuestra selección fue estas 3 botellas.
- Visitar la ciudadela de noche. Es mucho mas tranquilo cuando la mayoría de turistas se han ido.
Si puedes llévate algo simple para hacer un picnic para contemplar el atardecer o la iluminación de la ciudadela. Fue precisamente aquí donde aprendí el método para abrir una botella sin abridor, un truco que me servirá para el resto de mi vida.
Por tener tiene hasta «arte callejero«:
La verdad es que se trata de un lugar muy interesante, y a pesar del excesivo turismo, es totalmente recomendable en cualquier época del año. Las siguientes fotos no son mias, o bueno si, pero las tomé sobre fotos que ya exisitian en tiendas de suvenires o carteles en la calle. Son solo para que os hagais una idea de como puede ser el lugar en las diferentes estaciones.
Un lugar que parece ser sacado de una película fantástica. No en vano fue aquí donde se inspiró la ciudad de Minas Tirith en el Señor de los Anillos. ¿Os imagináis a Gandalf El Blanco cabalgando hacia la ciudad amurallada?
Si, ¿verdad?
Estas y algunas imágenes más en este album de Flickr.
Y tu, ¿conocías este lugar? ¿te parece interesante a pesar de que sea muy turístico?
(Visité esta preciosa abadía a mediados de Octubre de 2014)
Vi el Mont Saint Michel tan diferente que me he enamorado de las imágenes y fotografías. Lo descubrimos con marea alta, paisaje invernal y un poco nevado. También encontramos menos fauna, pero nos enamoró igual. Como tú dices, el precio de la entrada, merecido. Saludos.
La verdad es que es uno de esos lugares que cambia mucho con la época del año, por lo que se puede visitar más de una vez.
Lo único malo… es que sea tan turístico, aunque contra eso ya poco se puede hacer.
Un abrazo viajero!
Este lugar es uno de mis muchos pendientes en tierras francesas, tus fotos me parecen alucinantes y me animan mucho más a conocer este lugar que me parece el escenario perfecto para situar aquella fantástica novela de Umberto Eco, «El nombre de la rosa».