[Quizás este artículo me ha quedado un poco largo, por lo que he puesto algunas fotos de Abu Dhabi para amenizar la lectura].
Ha sido la primera vez que me he ido de un taxi sin pagar, pero creo que lo hice de forma justificada. Aunque lo intenten, no dejes que te tomen por turista:
Estábamos en la Mezquita de Abu Dhabi –la principal atracción de la ciudad– y nos dirigíamos al aeropuerto. Más pinta de “turistas” no podíamos tener. No fue difícil encontrar un taxi. Al preguntar el precio aproximado al conductor nos dijo que serían unos 50 dírhams (como 10 euros), por lo que nos pareció justo por un trayecto de 15 minutos según nuestro GPS.
El primer problema lo tuvimos cuando el conductor decidió parar a poner gasolina sin preguntarnos, justo tras pasar una señal que indicaba “Aeropuerto a 3kms”. ¿Sabéis esa típica gasolinera en la que paran todos los conductores de coches de alquiler a llenar el tanque antes de devolverlo? ¿Esa en la que un local nunca pararía porque tienen un precio por encima del habitual? Pues ahí nos paró. Y digo nos paró porque había una cola de unos 8 coches delante nuestra. Sin embargo, ni el taxímetro y el cronómetro se detuvieron. Marcaban en ese momento 24 dírhams y 12 minutos de trayecto.
Al ver que no avanzábamos le pedí educadamente al conductor que nos llevara al aeropuerto directamente, ya que nuestro vuelo internacional salía en menos de 2 horas y todavía no habíamos comido. Me prometió que serían 5 minutos. Mintió.
Pasados 10 minutos más le volví a pedir que por favor nos llevara al aeropuerto, ya que apenas habíamos avanzado. Me ignoró. Tras otros 5 minutos –los cuales me parecieron interminables– llegamos al surtidor de gasolina.
En ese momento el taxímetro indicaba lo siguiente:
Seguíamos estacionados, pero todavía no le están poniendo combustible. Me estaba empezando a impacientar. Decidí salir del taxi para ver lo que estaba sucediendo, y para intentar buscar otro taxi que pudiera cubrir los apenas 3 kms que nos faltaban para llegar al aeropuerto. No hubo suerte. Y el taxímetro seguía sumando. Y cada vez nos quedaba menos tiempo para tomar nuestro vuelo.
Me volví a dirigir al taxista, está vez con un tono más agitado y algo menos de educación. Él le gritó a su vez al chico de la gasolinera, y entablaron una aireada discusión en un idioma que me pareció indescifrable.
Por fin llenaron el tanque y reanudamos la marcha. El taxista se estuvo disculpando los últimos minutos, intentando excusarse en el pésimo servicio de la gasolinera. La verdad es que me pareció irónico que se tardara tanto en llenar el tanque en un país tan rico en petróleo, pero para mí solo había un responsable, y solo una posible respuesta.
Al llegar a la terminal le pedí a Marijke que cogiera sus cosas y estuviera preparada para salir rápidamente del taxi, ya que no estaba dispuesto a pagar nada por la carrera. En ese momento el taxímetro contaba 46 dírhams y 42 minutos (me baje tan rápido que no tuve tiempo de tomar otra foto. Una pena).
Esta vez fui yo quién se disculpo al bajar del taxi, pero le dije al conductor que sintiéndolo mucho no podía pagar por ese servicio. Y le pedí educadamente que por favor dejara de intentar timar a los extranjeros.
Muhamad, que así se llamaba el conductor, no cesó en su intento. Se bajó del taxi y comenzó a seguirnos, mientras nos amenazaba con llamar a la policía. Marijke se asustó, y me pidió que por favor le pagara. Por su mentalidad holandesa ya me veía encerrado en una cárcel de Abu Dhabi, pero yo no estaba por la labor de pagarle nada a este estafador.
Tras ignorarlo, nos adentramos en el aeropuerto y nos dirigimos directamente a la zona del control de seguridad. Cuanto ya estábamos a punto de iniciar la tediosa ceremonia casi universal de los controles (ya sabes, quítate el cinturón, la chaqueta, saca el portátil de la mochila, etc…), se oyeron unas voces que alertaron a todos los presentes. Ahí estaba de nuevo el amigo Muhamad, esta vez junto a un policía del aeropuerto. Debían estar hablando de mí, puesto que todas las personas se giraron a mirarme.
Marijke se asustó más todavía. Le pedí que se quedará donde estaba mientras yo hablaba con ellos. Lo primero que le dije al agente, tras saludarle cordialmente, fue si era posible tardar más de 40 minutos en taxi desde la Gran Mezquita al Aeropuerto. Me contestó que en ningún caso se debería tardar más de 20. Entonces le enseñe la foto que tomé al taxímetro cuando aun estábamos en la gasolinera (de nuevo, ojalá hubiera tomado otra foto al llegar al aeropuerto), mientras le comenté al agente lo sucedido. Su cara cambio al instante. Miró a Muhamad de forma poco amigable y empezaron a hablar en su lengua. Cada vez había más curiosos alrededor intentando descifrar de qué iba la historia (si… parece que curiosos hay en todos lados).
Tras su breve conversación, Muhamad se vino abajo. Casi con lágrimas en los ojos, comenzó de nuevo a disculparse. Esta vez me pareció por primera vez que era de forma sincera. Me prometió que jamás lo volvería a hacer, y me pidió que por favor le pagara la mitad de la carrera, ya que era el dinero de la compañía y si no el tendría que ponerlo de su bolsillo. El agente me miró y me dijo que era libre de marcharme cuando quisiera, pero me sentí mal. 25 dírhams era el precio que tendríamos que haber pagado en teoría, y puede que para él si hubiera supuesto una gran diferencia. Le pagué los 25 dírhams y me despedí. El agente me dio las gracias y me dijo que hablaría de nuevo con él.
Al verme regresar al control de seguridad, Marijke suspiró aliviada. Tras pasarlo, compramos unas hamburguesas en el Burger King (era lo primero que teníamos de paso) y fuimos a la puerta de embarque. Por suerte tuvimos tiempo suficiente para comérnoslas tranquilamente. Por suerte no terminé encerrado en una cárcel de Abu Dhabi.
La nuestra fue una experiencia muy concreta, y no es conveniente generalizar. De hecho, esa misma mañana tomamos otro taxi desde el centro de la ciudad hacía la Mezquita y el servicio y precio fueron más que correctos (nos dijo que el trayecto costaría unos 45 dírhams y al final fueron 33).
Pero un último consejo… Si estás en Abu Dhabi y tomas el taxi del amigo Muhamad Miiro, ¡bájate antes de que te engañe! Y sobre todo, si quieres pagar un precio más alto eres libre de hacerlo, pero al menos pon algo de resistencia, ya que si lo haces sin rechistar reforzaras su comportamiento y posiblemente los siguientes extranjeros también lo sufran.
Éste fue un gran aprendizaje, justo antes de adentrarnos en la India. Algo me decía que esta no sería la última vez que pasaría algo por el estilo…
Y tú, ¿has tenido alguna experiencia similar con algún taxista? ¿O alguna otra situación en la que sintieras que sacaban provecho de ti por ser extranjero? ¿O te has aprovechado alguna vez de algún turista? Vale… ¡a esta última no creo que conteste nadie!
vaya odisea
Con dos c……..ones ahy¡¡¡¡¡¡¡¡
Jjjjjjjjjjjj